jueves, 11 de febrero de 2010

Fast & Furious

Nunca me han gustado los vehículos, excepto la caravana de la Barbie.

A mis tiernos ocho años alguien con mucha mala leche y poca capacidad de observación me regaló un monopatín. Quedaba confirmado: yo era un varón. Ésa fue la primera de una larga lista de hostias que me deparaba la vida -en sentido literal y figurado- encima de aquél cacharro del infierno.



Yo me colocaba mis rodilleras, mis coderas, mi casco, y mi bocadillo de nocilla en el bolsillo y me montaba en la tabla a velocidades ultrasónicas de medio metro por hora. Nunca supe hacer que doblara. Inclinaba un poco la tabla, pero aquello no giraba, y era entonces cuando yo inclinaba más la tabla, más, más... y caía del monopatín. La verdad es que a la velocidad que iba no podía decirse ni que cayera del monopatín si no que más bien lo paraba y me bajaba.

Cuando mi hermano aprendió a andar, me sentaba con las piernas dobladas en
mi monopatín. Lo colocaba a él detrás, le ponía las manos en mi espalda, y
le decía que corriera todo lo que pudiera, que era un campeón. Nunca volví a intentar lo del monopatín yo solo, así que nunca aprendí, pero él ahora tiene unos
gemelos que parecen batatas asadas y liga mucho cuando va a la playa.



Luego estaba la bicicleta, el mayor temor de mi infancia. Yo tenía una
bicicleta roja, con sus ruedas de toda la vida, y además otras dos ruedas
chiquititas que evitaban que perdiera el equilibrio. Y me gustaba y todo,
era un niño feliz. Hasta que mi madre pensó que con catorce años ya era momento
de quitarme las ruedas chicas.

Mi problema era que no sabía empezar a pedalear y siempre tenían que empujarme. Por eso mi madre lo que hacía era empujarme ella al principio y dejar que yo rodeara un jardín enorme solo, y volviera hacia ella. Yo lo que temía era pararme antes de llegar a mi madre porque no sabía volver a montarme por mí mismo. Y lo que hacía era agarrarme a los espejos retrovisores de los coches aparcados y empujarme. –“Pero entonces... algo falla”-pensaréis vosotros, avispados lectores. Sí, algo fallaba, y era que si me agarraba a los espejos retrovisores, solo podía coger el manillar con
una mano, la derecha, por lo que generalmente, cuando empezaba a pedalear se
me iba la bicicleta hacia esa dirección, tanto que, en vez de rodear el jardín, lo que hacía era comerme su tierra. A los catorce años parecía un pequeño biólogo de tantas especies de plantas distintas que conocía de primera mano. Y cuando volvía montado en mi fracaso mi madre se me quedaba mirando avergonzada siempre... qué recuerdos más malos.

Pero oye, que yo luego aprendí a coger la bici. Incluso un día, con dieciséis
años me la llevé al campo con mis amigos. Y es verdad que me caí, es
verdad. Y que fui el único... y además dos veces. Pero yo estaba contento
aprovechando el momento, porque sabía que lo próximo era una moto y eso sí
que iba a ser duro. “Así ligarás con las chicas”-me decía mi madre, pero
bueno, esa historia la contaré otro día que esto ya está largo.

8 cazadores con rifles cargados:

Anónimo dijo...

“Así ligarás con las chicas” Lo haces? :S

Yo tenía la misma bicicleta que tú, pero como soy un gran deportista nunca me empujaron. :p

("Iva" a hacer un chiste malo, pero me voy a controlar. Iva.. a ver cuándo me pagas el impuesto, eh. Dios.... éste sí que es malo.)

Pedro Toscano dijo...

Yo tampoco le vi la gracia nunca a monopatines ni a bicicletas.

De hecho, mis padres fueron aún más incautos y me compraron la moto sin saber montar en bici...

El casco quedó partido por la mitad. Yo, ni un rasguño. Reconozco que muchas veces la echo de menos...

Anónimo dijo...

Tío, no pillo tu chiste... llámame tonto si quieres. :(

No es que Matthew esté delgado, es que está anoréxico. Me trae por el camino de la amargura...

Pilar Cita dijo...

Me he reído mucho, desde los gemelos de tu hermano a imaginarte agarrando los retrovisores de cuanto coche te toparas y tu madre mirando al cielo y silbando como diciendo: a "ese" no le conozco de ná!!! XDD

De todas formas, lo tuyo son los patines, en eso si eras una fiera, eh? :)

FISHER, yo pensé: bah, si la bici la domino ¿por qué no una moto? Y del bofetón que me pegué entendí perfectamente la diferencia! :)

Hola POLARYOTRO!!

The cucumber dijo...

A mi la bici no me dio excesivas alegrías. Un día iba yo por una calle de mi pueblo a toda ostia, y decidí soltarme de manos, ponerlas como si fuera un pájaro y cerrar los ojos para sentir el viento (al estilo proa del titanic). Lo siguiente que recuerdo fue un golpe enorme y al abrir los ojos encontrarme en lo alto del techo de un coche. Titanic y sus ideas perniciosas casi consiguen que el género marica desaparezca de la faz de la tierra.

Yo era más de patines en línea. Me ponía a toda hostia por la plaza de mi pueblo, siempre me gustó un montón. Mi madre nunca me regaló nada para ligar con chicas, no obstante.

Carlos dijo...

No offense, pero creo que me puede dar un ataque de risa si veo una foto de ti en moto. Yo creo que eres un chico de patines en línea, más bien.

Juan dijo...

¿Una zebra en una moto cómico? Pues no veo el porqué

Juanfra Gallego dijo...

Me he mudado, zebra. ^^

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