
Me tocaba turno de noche y cuando llego me comunican que en una hora se va a cortar la luz en el hotel y la calle hasta las 7 de la mañana. Tendría que echarle huevos.

Porque ya saben lo que pasa cuando te paseas solo por un hotel, y más a oscuras.

Así estaba la situación: sin luz, sin internet, sin televisión, sin radio, sin nada para leer. Y así iba a estar durante siete horas. Por más que pensara no se me ocurría nada para distraerme. O casi nada:

Y llegó el momento en el que cortaron la luz y me ví sólo en el edificio con una linterna. Terror mayúsculo.

Rezaba para que todo pasara muy rápido y nadie con mala pinta llamara a la puerta.

Pero no fue así. Los relojes estaban parados, la alarma pitaba de vez en cuando, los ambientadores automáticos hacían fsssssss cada 18 minutos, en la oscuridad de la noche las cosas cobraban vida.

Y entonces entró un huésped y tuve que acompañarlo a su habitación y como decía que quería un descuento y estaba muy enfadado tuve que dejarle mi linterna. Mientras hablaba con él escuché un grito abajo y le dije “¿qué ha sido eso?” casi metiéndome en su habitación. Y él fríamente me dijo “Habrá alguien intentando entrar”. Me cerró la puerta de la habitación y tuve que bajar solo alumbrándome con mi móvil a echar un vistazo.

Por el camino pensaba con qué iba a defenderme. Tenía el móvil, que podía usarse de arma arrojadiza, unas llaves con las que podía hacer pequeños arañazos, y un bolígrafo que, si había prestado suficiente atención a los capítulos de Anatomía de Grey, podía servirme para hacer traqueotomías si se diera el caso. En fin, tendría que improvisar.

Al final parece ser que no era nada y encontré otra linterna. Pero ya estaba atacado y me sentía muy solo y con ganas de llorar.

Quería ir a mi casa con mi familia.

O estar por ahí pasándomelo teta.

Y con esos pensamientos me pilló el alba y yo me sentí super héroe por haber cuidado del hotel y haber sobrevivido a la noche más larga y terrorífica de mi vida.
