viernes, 19 de marzo de 2010

Photochapero



Yo he estado a punto de morir muchas veces.

Como una vez en que, con diez años y cuatro amigos, hice una cabaña para que
fuera la sede secreta de nuestros vicios prohibidos: chucherías, cómics y
los 40 principales. Lo cierto es que la cabaña estaba bien hecha, tenía unas
paredes recias que hicimos con vallas de una obra, tenía dos plantas, tenía
una techo de hojas de palmera, hasta una chimenea hecha con cuatro tablas
gordas. Una vez a la chimenea de madera (...) le dio por arder sin avisar y al principio intentamos apagarla, pero cuando vimos que meando y escupiendo no conseguíamos mucho, huímos. La pena fue que no pusimos ni alarma anti-incendios, ni extintores ni salidas de emergencia, y cuando todos intentamos salir a la vez, se nos
cayó la cabaña encima y empezó a arder todo. Yo no he temido tanto por mi vida como ahí. Bueno sí, hubo otra vez...

... En que yo estaba en la piscina jugando con un vecinito. Yo tenía trece
años y un gran apetito sexual. Pues estábamos jugando a hacernos
ahogadillas. Él al menos jugaba a eso, yo a ver-qué
podía-tocarle-sin-que-pareciese-que-lo-hacía-queriendo. Total, que no sé qué
cable se le cruzó al hijoputa aquél, que me hundió, me cogió por la cabeza y
con sus piernas me apretaba las mías. Yo al principio vi el cielo abierto
porque tenía su bañador delante y podía bajárselo “para que me soltara”,
pero cuando noté que me faltaba el aire y que dentro de su bañador solo
había un pene y no una bombona de oxígeno me puse nervioso. Al final hice uso de un arma del que nunca me he sentido orgulloso: los pellizcos, pero conseguí salir. Y total, ¿para qué? Porque...

... poco tiempo después iba yo andando por la acera cuando veo que unos
pasos más adelante unas bicicletas me cortaban el paso. Así que puse un pié
en la carretera y en ese momento el autobús más silencioso del mundo apareció de detrás mía y me depiló toda la parte derecha de mi cuerpo. Sin respiración me quedé, como...

... cuando hace dos veranos fui a la feria con gripe. Me puse a bailar con
mi congestión nasal y cuando ya no podía más fui a pedirme algo de beber.
Cogí el vaso, bebí, y me atraganté. Y como tenía la nariz entaponada no
podía respirar por la nariz, como acababa de atragantarme, tampoco podía
hacerlo por la boca y como no sé respirar por el culo, me quedé sin aire. Al
principio me asusté, pero luego pusieron la Lambada y milagrosamente se abrieron mis vías respiratorias y continué viviendo. Estoy segurísimo de que la Lambada tiene efectos terapéuticos en las personas pero no puedo demostrarlo más que contando mi caso. Aun así no fue la única vez que me quedé sin respiración, hubo otra vez...

... hace poco. Estaba muerto de hambre así que fui a donar sangre, que a la
salida te daban pastelitos y batidos. Me tumbé en la camilla, vino la
doctora y ¡qué pedazo de aguja traía la fakir asesina
aquella! Yo cuando la vi le dije que me estaba mareando y que me contara
algo de su vida para distraerme, y la tía sádica me dijo que no la hiciera
reir, que se movía y me podría hacer mucho daño con la aguja. Blanco me
quedé, como...

... como CrèmeFraîche, una amiga que tenía en el instituto. Estábamos en el
laboratorio haciendo unas prácticas. Las sillas del laboratorio no son de
respaldo, son como las de las barras de los bares, altas y con el asiento
redondo. Pues llegamos al laboratorio, descargamos las mochilas y nos vamos
sentando. Mi amiga Moncherí agarra un taburete de esos para sentarse y suena
un ¡CLON! Duro y seco en toda la clase. Se gira y dice “Pero CrèmeFraîche, ¿qué
haces en el suelo?” jojojojojojó! Y CrèmeFraîche blanca, claro. Y yo estuve
apunto de morir de risa.

2 cazadores con rifles cargados:

Mar dijo...

tan cerca de la muerte que has estado siempre, me parece raro que las calaveras de las catacumbas de París no te hablaran...

Pedro Toscano dijo...

Qué vida de tensiones hijo, yo no sabría si salir de casa...

Publicar un comentario