viernes, 26 de febrero de 2010

Volvemos a ser cuatro

¿Pues no van mis padres -que llevan separados nueve años- y vuelven a enamorarse e incluso mi padre deja su apartamento y regresa a mi casa?

Me lo soltó mi madre ayer por teléfono entre risitas de colegiala y yo exigí entonces hablar con mi hermano. Éste me dijo "ahora comemos mejor, está todo más controlado y mamá ya no coge el ordenador".

Creo que me encanta.

martes, 23 de febrero de 2010

Hermanitas

Aun recuerdo caminar al lado de mi madre por ese frío pasillo como si fuese ayer. A medida que avanzaba e iba dejando atrás más cuadros de personas sufriendo y mujeres encapuchadas mi miedo aumentaba ¿Dónde me llevaban? Al pasar una estatua enorme de una de esas encapuchadas con una serpiente a sus pies y de cuyas manos salían rayos reconocí aquello como el infierno. Aunque sólo tenía ocho años sabía qué era el infierno, lo había visto en películas. Una vieja decrépita comenzó a andar hacia nosotros. Iba encapuchada también, de blanco. Debía de ser la guardiana de las puertas del averno. Se paró ante nosotros y acariciándome el pelo me dijo:

- Tú debes de ser Mr Zebra. Bienvenido a tu nuevo colegio.

Me habían cambiado a un colegio de monjas, ¿infierno? Ja. Había más bondad en el trono de Satán que en el despacho de la Madre Superiora, estoy seguro.



Para empezar nos obligaban a usar uniforme y sobre el mismo debíamos llevar puesto una especie de mantel con mangas que llamábamos babero, azul para los niños y rosa para las niñas. El mío era azul. Ese babero tenía la cualidad de que si se mojaba se endurecía, y ello dio lugar a un episodio que todavía aun se recuerda en mi barrio, del cual yo soy protagonista:

Ocurrió durante un recreo. Los niños andábamos jugando al poli-ládron y yo era ladrón. Pues bien, uno de los policías me pilló y para que no me escapara se le ocurrió anudar su babero al mío. Tal maña tenía haciendo nudos que cuando quisimos deshacerlo era imposible así que pedimos ayuda. Nuestros compañeros lo intentaron de todas las maneras habidas y por haber, con sus deditos, con sus boquitas... y eso lo empeoró todo. Habían chupado tanto el nudo que ahora estaba duro como una piedra. El recreo acabó y como siameses fuimos a buscar a alguna monja. Y entonces hizo la cosa más asquerosa del mundo. Cogió aquel nudo endurecido por las babas de medio colegio y... agh... se lo metió en la boca y... AGH... comenzó a chuparlo y morderlo ella también. En la quietud de su despacho podía oir hasta el chupchup que hacían sus labios. Consiguió deshacer el nudo, eso sí.

Desde ese momento cada vez que una monja me chupa una prenda de vestir me dan muchas ganas de vomitar.

Por otra parte, no era extraño que mi compañero me atara tan fuerte pues los niños de ese colegio corríamos más rápido que los de cualquier otro de la ciudad. Estábamos entrenados. Cada día debíamos huir de una veintena de internos que nos perseguían como zombies hambrientos alargando sus manos hacia nuestros bocadillos. Daba igual que el bocadillo fuera de atún con mayonesa, que era el summun de lo delicioso, o de mantequilla, que estaba en el otro extremo. Había tanta expectación tras ellos que siempre me parecían manjares. Incluso uno de membrillo de colores (rojo, verde y blanco) que un día me hizo mi madre. Los problemas gastroenteríticos derivados de comer, correr y llorar al mismo tiempo eran incontables entre los alumnos.

Y no podía terminar el relato de hoy sin hablar de las monjitas. Todas eran un poco hijasdeputa. Todas menos una: Sor Dolores, que a mí no me proporcionaba más que placeres (!).

Tenían por costumbre ponernos la misma película todas las Navidades: Jesús de Nazaret con la particularidad de que en la parte en la que el Espíritu Santo se le anuncia a María y la preña, alguna monjita inquieta había grabado de la televisión una actuación de Julio Iglesias. Así que la escena quedaba así: Una noche María ve una luz muy brillante que se acerca a ella, aparece Julio Iglesias cantando Gwendoline y después María le cuenta a José que Dios le ha dicho que está embarazada. Nunca nos quedó muy claro de dónde obtiene Maria a su hijo.

Y para terminar, hablando de santiguarse, alguna monstrua encapuchada de esas nos dijo que cada vez que escucháramos la sirena de una ambulancia debíamos hacer el signo de la cruz. Nunca dejó de sorprenderme cómo, siempre que en medio de una lección oíamos el sonido divino, la monja en cuestión interrumpía lo que fuera que estuviera diciendo y humedecía sus ojos de satisfacción al ver a veintinueve alumnos santiguarse en el nombre del Padre, del Hijo y de Julio Iglesias.

sábado, 20 de febrero de 2010

Se busca

Hace un tiempo integré una página de estadísticas en mi blog y el otro día descubrí que registra también las frases usadas en los buscadores por la gente que llega a mi blog. ¡Cómo me he reído viéndolas! Estas son las mejores:

- Partes de una zebra. Esta me sorprendió porque ha sido usada por tres personas. Me pregunto qué llevará a esas tres personas a buscar las partes de una zebra y no de un caballo o de un burro, que digo yo que serán las mismas...

- Grandes pezones en blogspot (¡Muy importante que sea en blogspot!), Mujeres con pesones grandes (así, con s), Señoras con grandes pezones (¿Próxima página de Facebook?). Me doy cuenta de que con la entrada esa que hice de la lista de los mejores pezones hay una horda de hombres hambrientos de tetas que llegarán a mi blog ilusionados y ¡zasca! aparezco yo con el cuerpo de una zebra dibujada pegando coces a sus líbidos.

- Grandes ubres. "Que me voy a ordeñar" le faltó escribir a éste.



- Shakira sacerdotisa satánica. Y he escrito esta frase en el buscador y me salen ¡418 resultados!

- Cómo robar cromos a una niña de 9 años. JAJAJA, ésta es mi favorita.

- Partes de la zebra para colorear. Y dale con las partes de la zebra. Pero es que ésta ya va más allá: PARA COLOREAR. Te cagas. ¿Pero qué vas a colorear si son blancas y negras? Yo es que hago ¡PUMBA! y me muero.

- Se le ve el pezón. ¡Chivato!

Os recomiendo que lo probéis. Y por cierto, todo el mundo sabe que para robar cromos a una niña de nueve años lo mejor es pedirle que te los deje ver y salir corriendo.

martes, 16 de febrero de 2010

Un día en el campo

El otro día mentí. Mi mayor temor infantil no son las bicicletas, sino las flores amarillas, pero tiene su explicación y yo la cuento:

Hace mucho tiempo fui al campo con mis padres. Tendría yo unos siete años.
Todo iba bien, hacía sol, mi madre leía una novela rosa, mi padre jugaba con mi hermano al fútbol, los gnomos celebraban el cumpleaños del juez Klaus, y yo jugaba con un palito y unos condones usados que había encontrado por ahí. Cuando mi madre me vio, horrorizada vino a mí, me pegó en las manos sin decirme nada y me dijo que jugara al fútbol con mis parientes. Como yo no sabía por qué me había pegado y tampoco quería jugar al fútbol, me enfadé y me fui a matar a los putos gnomos.

Cuando se me pasó el enfado se me ocurrió coger flores para que mi madre me perdonara, así que fui buscando las más bonitas. Cogí una morada con forma de campana que se marchitaba muy rápido, una blanca que lo ponía todo perdido de polen, amapolas, tan frágiles que se deshacían en la mano... pero yo quería más, quería una flor que no se marchitara tan rápido, que no me dejara las manos pringosas y que fuera masculina. Una flor de verdad, no una metroflor. Y la vi... era una flor amarilla, alargada, pero tenía unas semillas redondas, gordas (sí, como huevos) y yo supe que ésa era la flor que estaba buscando.

Había muchas flores de ésas juntas, muchísimas, pero a mí me gustaban las del centro, que tenían los huevos más gordos. Así que me metí entre las flores y cuando llegué al centro y me dispuse a cortarlas... horror, miles de zumbidos llegaron a mí. Eran avispas, y había millones. Millones de avispas celosas porque yo estaba intentando hacerme con la flor-falo más grande. Intenté salir corriendo pero algo me agarraba la ropa. Eran las
otras flores, que me mordían y algunas tenían hasta cuchillos. Y esto lo digo en serio, seguramente sería un efecto óptico, ¡pero yo juro que ví flores con cuchillos!

Conseguí huir de ahí mientras las escuchaba insultarme y amenazarme y me lanzaban gnomos a la cara. Y desde ahí odio las flores amarillas.

jueves, 11 de febrero de 2010

Fast & Furious

Nunca me han gustado los vehículos, excepto la caravana de la Barbie.

A mis tiernos ocho años alguien con mucha mala leche y poca capacidad de observación me regaló un monopatín. Quedaba confirmado: yo era un varón. Ésa fue la primera de una larga lista de hostias que me deparaba la vida -en sentido literal y figurado- encima de aquél cacharro del infierno.



Yo me colocaba mis rodilleras, mis coderas, mi casco, y mi bocadillo de nocilla en el bolsillo y me montaba en la tabla a velocidades ultrasónicas de medio metro por hora. Nunca supe hacer que doblara. Inclinaba un poco la tabla, pero aquello no giraba, y era entonces cuando yo inclinaba más la tabla, más, más... y caía del monopatín. La verdad es que a la velocidad que iba no podía decirse ni que cayera del monopatín si no que más bien lo paraba y me bajaba.

Cuando mi hermano aprendió a andar, me sentaba con las piernas dobladas en
mi monopatín. Lo colocaba a él detrás, le ponía las manos en mi espalda, y
le decía que corriera todo lo que pudiera, que era un campeón. Nunca volví a intentar lo del monopatín yo solo, así que nunca aprendí, pero él ahora tiene unos
gemelos que parecen batatas asadas y liga mucho cuando va a la playa.



Luego estaba la bicicleta, el mayor temor de mi infancia. Yo tenía una
bicicleta roja, con sus ruedas de toda la vida, y además otras dos ruedas
chiquititas que evitaban que perdiera el equilibrio. Y me gustaba y todo,
era un niño feliz. Hasta que mi madre pensó que con catorce años ya era momento
de quitarme las ruedas chicas.

Mi problema era que no sabía empezar a pedalear y siempre tenían que empujarme. Por eso mi madre lo que hacía era empujarme ella al principio y dejar que yo rodeara un jardín enorme solo, y volviera hacia ella. Yo lo que temía era pararme antes de llegar a mi madre porque no sabía volver a montarme por mí mismo. Y lo que hacía era agarrarme a los espejos retrovisores de los coches aparcados y empujarme. –“Pero entonces... algo falla”-pensaréis vosotros, avispados lectores. Sí, algo fallaba, y era que si me agarraba a los espejos retrovisores, solo podía coger el manillar con
una mano, la derecha, por lo que generalmente, cuando empezaba a pedalear se
me iba la bicicleta hacia esa dirección, tanto que, en vez de rodear el jardín, lo que hacía era comerme su tierra. A los catorce años parecía un pequeño biólogo de tantas especies de plantas distintas que conocía de primera mano. Y cuando volvía montado en mi fracaso mi madre se me quedaba mirando avergonzada siempre... qué recuerdos más malos.

Pero oye, que yo luego aprendí a coger la bici. Incluso un día, con dieciséis
años me la llevé al campo con mis amigos. Y es verdad que me caí, es
verdad. Y que fui el único... y además dos veces. Pero yo estaba contento
aprovechando el momento, porque sabía que lo próximo era una moto y eso sí
que iba a ser duro. “Así ligarás con las chicas”-me decía mi madre, pero
bueno, esa historia la contaré otro día que esto ya está largo.

lunes, 8 de febrero de 2010



A veces pasa que un cuadro te llega tanto que te imaginas la historia que representa. Esto es lo que me pasó a mí con éste: “Christina’s World” de Andrew Wyeth.

Cuando lo vi por primera vez me quedé hipnotizado. Es tan perturbador, y tan rancio en sus colores que me llegaba a repugnar. Sin embargo, hay algo misterioso en él. Parece que el cuadro esconda algún secreto macabro. ¿Y qué hace Christina tirada en el suelo? ¿Quiere volver a la casa o escapar de ella?

Me documenté un poco y descubrí que la realidad era mucho más cruda de lo que yo podía imaginar:

Christina era la vecina de Wyeth. De pequeña enfermó de polio y de adolescente ya había perdido toda la movilidad de cintura para abajo. Como no quería sillas de ruedas iba de un lado para otro arrastrándose.

El pintor recoge en este cuadro un momento en la vida de Christina en el que quiere llegar a su casa pero ni sus piernas le responden ni sus esqueléticos brazos son capaces de levantarla. Además está demasiado lejos de su casa como para que alguien la oiga. Tanta era la angustia de Christina que Wyeth, incapaz de plasmarlo en su cara, terminó por pintarla de espaldas. Y lo mejor: en vez de pintar a Christina, la mujer que hay tirada en el suelo es su mujer.

Todo en este cuadro me parece tétrico. Pero encuentro un punto de romanticismo en el hecho de que el pintor se centrase en la miseria de su amiga y la sustituyera por su mujer, y por ello estoy totalmente atrapado en él.

De hecho, a menudo yo también soy Christina.

martes, 2 de febrero de 2010

Grandes partes del cuerpo II: ¡Pezones!

10. Daniel Radcliffe: El pezón mágico.



Los fans de Harry Potter nos dividimos en dos grupos: por un lado las madres, las niñitas fácilmente impresionables, el foro de la familia, el A.P.A., la Iglesia, y el Gremio de Magos; todos ellos en contra de los desnudos de Potter en la obra de teatro Equus. Y en el otro bando las yeguas y yo, totalmente a favor de que se haga fotos con caballos, pose para revistas de temática homosexual o se deje morrear en una entrega de premios por James Corden. Además... a mí me parece que está bueno ¡lapidadme!

09. Thora Birch: American Nipples.



Hablando de niñitas fácilmente impresionables, recuerdo cuando vi American Beauty por primera vez y me chocó sobremanera la escena en la que la pequeña Thora le muestra sus pechos a Wes Bentley. Pechos que yo imaginaba como un par de cebollitas tiernas pero ¡PUM! de pronto dos grandes ubres de vaca me saludaron sonrientes. Fue uno de mis primeros traumas pero a fuerza de repetidos visionados le he cogido cariño y por eso los pezones de Thora Birch están aquí, amenazantes desde la ventana del horror. Americano.

08. Brad Davis: Pezones de culto.



Brad Davis era como Brad Pitt pero en guapo. No me las voy a dar de nada y voy a confesar que no he visto El expreso de medianoche, pero sí Querelle. Y menudo bodrio. Me pareció una escena preliminar de hora y media de película porno. Si el director de Querelle quería contar algo en su película yo ya no lo sé, cada vez que sale Brad con esa camiseta se pierde el hilo de la película intentando averiguar si se le ve un pezón o no.

07. Angus Oblong: "How we met your mother".



06. Jack Mackenroth: Gay nipples do it better!



Quédense con los pezones de este hombre porque él es ni más ni menos que la causa del incremento del paro. Es modelo, diseñador, concursante de un programa de televisión de baile, nadador de los que ganan medallas, participante de campañas de prevención del sida y sube vídeos a Youtube. Hay gente que da asco y luego está Mackenroth.

05. Madonna: Reina de pezones.



Su música no me interesa mucho pero ella me parece una hijadeputa adorable. Hace unos días me sorprendí visionando este clip en bucle infinito. Daba igual las veces que lo viera, siempre me reía. Hay que reconocerle también que para muchos nacidos en los 80 las tetas de Madonna fueron las primeras vistas en televisión, y además, son ciertamente hermosas.

04. Ben Cohen: And God created man



Pues sí, Ben Cohen es un hombre que existe en la realidad y además muestra sus pezones con frecuencia. Dejad ya el rollo ése de las señoras que... y hacéos fan de él en Facebook, ¡que ponen muchas fotitos! ¿Hay alguien que se acuerde todavía de Jack Mackenroth?

03. Gloria Trevi: Presones.



La historia de Gloria Trevi es fascinante. Ídolo de masas en Sudamérica en los ochenta y noventa, seguidamente encarcelada acusada de robar, violar y matar niños junto a su marido, para años después ser puesta en libertad y volver a la música con más éxito que antes. Antes de ser enviada al calabozo tenía por costumbre editar un calendario por año donde aparecía con poca ropa, haciendo enormemente feliz a sus fans mecánicos y camioneros. Y es en esos calendarios donde podíamos admirar la belleza de sus minusculísimos pezones en tamañas tetorras. Además hay fotos muy divertidas, como una en la que emula a la Venus de Botticelli u otra en la que está vestida de celofan.

02. Doug Savant: Melro se place.



Los escasos momentos en los que Tom Scavo, su personaje en Mujeres Desesperadas, enseña pezones son celebrados en mi casa con descorche de botellas de champagne y canapés de huevas de merlo en una fiesta de tres días que ríete tú de la boda de Paulina y Colate. Cuando Tom se desviste es cuando el título de la serie cobra su máximo significado.

01. Jane Birkin: Uno inglés y el otro francés.



Británica de nacimiento pero francesa de corazón, Jane Birkin ha conseguido enamorarme desde que vivo en Paris. Fue la primera actriz inglesa en desnudarse en una película, después revolucionó Europa con la canción Je t'aime... moi non plus, oda al paroxismo conyugal cantada a dúo con Serge Gainsbourg, su marido en aquel momento, censurada en España, claro. Vestía como quería, con las minifaldas más cortas o las transparencias más traslúcidas, en vez de bolso portaba siempre una cestita de mimbre hasta que un diseñador creó el archiconocido Birkin, cuya fama ha superado a la propia Jane. De ahí que las listas de espera para comprar uno sean de meses. Madre de dos engendras horrendas: Charlotte Gainsbourg y Lou Doillon. Actualmente es una viejita entrañable que sigue dedicándose a la música, al cine, y se ha convertido en mi mujer favorita de todas las del mundo. ¡Por encima de mi mami y todo!