domingo, 31 de enero de 2010

Cronos devorando a sus hijos

Yo siempre he pensado que vivía con un asesino en casa; mi madre se encargaba de ello.

Y es que un dia, cuando yo tenía 5 años, cogí un rotulador rojo y me pinté los labios y las uñas. Y de esta guisa me presenté ante mi creadora. Lo hice con toda mi buena intención, supuse que ella me vería adorable, pero en cuanto vi su cara ahí ya pensé “M-I-E-R-D-A”. Ella se puso a chillar y a gritarme que como me viera mi padre me mataba. ¿Cómo? ¡¿Qué mi padre iba a matarme?! Era la primera vez que oía esa expresión y el impacto que causó en mí fue brutal.

Como yo era tan pequeño aun no sabía ni pintar y siempre me salía de los bordes, y además de los labios y las uñas pues me salí y también me pinté la cara y los dedos. Y ya os podéis imaginar el cuadro: un travelo de 5 años, mi madre frotándome con agua y jabón para borrarme el rotulador tan fuerte que casi me borra a mí entero, sin parar de decir que mi padre me iba a matar y yo cagado de miedo, llorando, pensando que si no me mataba mi padre me mataba ella a frotes.



Años después encontré un gatito en la calle super mono. Estaba limpito pero muy delgadito y abandonadito, y lo subí a mi casa. Las palabras de mi madre fueron contundentes: “Como lo vea tu padre te revolea a ti y al gato”. O_o

Lo más fuerte todavia estaba por venir. Un dia a mi progenitora le entró un aire en la chota y me compró un radiocasette ¡qué contento estaba yo! Hasta que me soltó sin anestesia: “pero no se lo digas a tu padre que como se entere me machaca”. Pero bueno, ¡¿esto qué era?! ¿Qué macabro crimen había cometido ese hombre que llegaba de trabajar por las tardes, comía y dormía, para que mi madre tuviera tanto miedo en el cuerpo? ¿Es que ese ser llamado Papá era de dia un hombre agradable y de noche Satán? (a lo Xuxa, que decían que por la noche se le ponía el pelo blanco y las uñas largas de bruja… al menos a mí me lo dijeron).

¿¿¿Desde cuando se había dejado de amenazar con que venía el Coco para empezar a hablar de que vendrá el asesino de tu padre???
Todo esto era para comentar que nunca he tenido una relación muy estrecha con él, y lo mismo es por esto. O lo mismo no.

jueves, 28 de enero de 2010

Anno Domini

Dejando a parte aquel episodio en el que mi hermano creaba de la nada un mojón pardo bajo mis órdenes, nunca más he vuelto a sentirme como una divinidad.

Hasta ahora.

En el McDonalds, mi lugar de trabajo, me adoran. Desde el principio noté algo inquietante: mis faltas y errores eran perdonados por mis superiores con excesiva benevolencia. Una vez, por ejemplo, fui a coger una caja de tomates, resbaló entre mis manitas de algodón y se desparramó por el suelo. Y mi jefe no sólo me dijo "no pasa nada, ha sido un accidente", si no que también me sonrió. Estaba claro, él no me veía como un ser inferior si no como un igual. Decidí averiguar qué pensaba de mí la clase baja.

En efecto, entre los demás trabajadores yo era considerado como una deidad pero hasta ese momento no me di cuenta, así de humilde soy. Me parece increíble no haber caído antes pues las pruebas eran evidentes:

Cuando yo llego al trabajo puedo notar la excitación de mis compañeros. Empieza su día. Los más avezados hacen esfuerzos sobrehumanos por recordar las lecciones de español que dieron en el colegio y me saludan chapurreando un "Hola, ¿cómo estás?". Mientras que los que no saben ni una palabra en mi idioma me dicen Bonjour con el semblante triste. No me dan pena, si estuviéramos en otra época ya los habría subido a la guillotina.

A veces, cuando por el hilo musical del restaurante ponen Juanes o Shakira, sus cabezas se giran hacia mí ansiosas hasta que alguno ladra "¡están cantando en español!" y forman un corro a mi alrededor agitando sus cuerpos alegremente a ritmo de La Camisa Negra o Ciega Sordomuda en una especie de danza tribal en honor a mí. Yo entonces, asumiendo el papel de Sumo Creador que me otorgan, para mis adentros deseo fuertemente que llueva y así devolverles el favor. Incluso a veces, si me encuentro realmente entretenido con sus bailes canto un poco por encima y todos me aplauden y gritan de emoción.

No me faltan tampoco privilegios alimenticios. Cuando termino el turno y busco mi comida siempre hay alguien que me ofrece los productos de más calidad y tras devanarse los sesos me despide con un "¡Buen provecho!"

Que quiero una hamburguesa:



Que quiero una Coca-cola:



Y así con todo.

Yo claro, aprovecho todo esto para seguir engrandeciendo mi persona inventándome historias sobre mí, ya que aquí no me conoce nadie. El otro día, por ejemplo, me sentía generoso y accedí a compartir mi pausa para comer con un trabajador. Curioso, me preguntó que dónde estaban mis padres. Yo le dije "Han muerto esta Navidad". Si en ese momento le hubiera pedido que me lavara los pies estoy seguro de que lo habría hecho sin pensarlo, angelito. Sin ir más lejos, el mismo muchacho poco después me dijo "Je t'aime", y yo decidí elegirlo como mi favorito pues una de mis fantasías siempre fue que un francés me dijera ese binomio, aunque él después lo siguió de un "amigos, amigos" pero ya no me moriré con esa espinita. Puede que al final sí que le pida que me lave los pies, se lo ha ganado.

Pero todo reinado tiene penumbras y el mío no iba a ser menos. Hay ciertos sectores rebeldes a los que no consigo subyugar:

- Los negros. Angoleños, jamaicanos, keniatas, da igual, los negros están hartos de ser esclavos y no muestran ni un ápice de interés en mí. Excepto cuando suena Shakira que siempre se unen a la danza formando mucho escándalo.

- Los árabes. Quizás por miedo a que nos ametrallen o metan dinamita en un bocadillo todos pasamos de ellos. Y quizás por las mismas razones, ellos también de nosotros.

- Los chinos. Son los peores. Cuando doy órdenes levantan sus cabecitas, me miran y siguen con lo que estuvieran haciendo. Y encima son tan feos... es que no hay ni un chino guapo en el mundo, chinas vale, pero chinos ni uno. Ni el de Lost. Y no es que no estén acostumbrados a que les ordenen, los chinos han obedecido como los que más. Pero nunca se dejarían mandar por alguien que no tuviera tamaño grado de fealdad, por alguien que no fuera chino.

Y hasta aquí mi obra y milagros.

lunes, 25 de enero de 2010

Grandes canciones del pop III: L'école est finie

El pop ye-yé de los sesenta, como todos ustedes saben, y sobretodo el de Francia, está lleno de sórdidas historias camufladas detrás de lo que a primera vista parecen inocentes cancioncitas de recreo. Es el caso, por ejemplo, de Les Sucettes, una tierna canción en la que France Gall nos contaba la historia de una chiquilla que adoraba las piruletas de anís mientras su autor se partía el culo sabiendo que en realidad la pobre France, inocente como pocas, elevaba a éxito pop una oda a la felación.

Pero la canción más terrorífica de todas es la que nos canta Sheila hoy. Vean primero el vídeo, vean... TERROR

El vídeo comienza con Sheila subida a una escalera y las otras danzando sobre un edificio. ¿Qué es ese edificio? Sin duda alguna es una Iglesia y Sheila acaba de quitar un gran crucifijo de su fachada, de ahí la escalera, mientras sus amigas se mofan de Cristo danzando sobre las paredes de la casa de Dios. El videoclip no podía empezar más fuerte.



Aun habiendo comprendido que no son simples niñas si no fervorosas adoratrices de Satán y que Sheila es la bruja mayor, no puede dejar de espantarnos lo que a continuación tiene lugar: el rito. A ritmo de los cánticos hipnóticos de Sheila, sus súbditas se inclinan dándole el trasero mientras una, quizás la alumna más aventajada, las va saltando por encima hasta llegar a La Bruja Negra. Lesbianismo, dominancia, sadismo y humillación. Nunca un potro fue tan macabro.



Sheila, esa niña con cardado y coletitas, aparece ahora divertida y con la sobaca sin depilar leyendo un libro mientras le arranca algunas páginas sin ocultar lo más mínimo el placer que le provoca. No puede ser otro libro más que La Santa Biblia.



¡Dios mio! Sheila se dirige a nosotros apuntándonos con el dedo. ¡¿Hasta dónde llega su descaro?!



Ahí vuelven Sheila y sus sacerdotisas, ya puestas hasta arriba de todo y frenéticas, la alegría por saberse cercanas al Príncipe Oscuro es irrefrenable y el pedo que llevan las deja ya sin control. Rápidamente el descampado donde ejercen sus prácticas va dando lugar a un paisaje desolador, plagado de páginas arrancadas de Las Sagradas Escrituras que se rompen bajo las pisadas de sus inmaculadas merceditas.



El rito llega a su fin. Sheila guardaba lo mejor para el final: el movimiento oligofrénico de sus rodillas en un chotis infernal.



Y por fin, tiene lugar el aquelarre, que finaliza con la aparición de unos hombres que las raptan, terminando todo en una bacanal satánica sin desenfreno de la que el espectador no forma parte pero no importa, su objetivo esta cumplido: ¡no puedo quitarme la maldita canción de la cabeza!



Ahora vean el video de nuevo y denme la razón: TERROR

viernes, 22 de enero de 2010

Directo al infierno

Si ha habido un mandamiento que yo me he saltado a la torera, éste ha sido el de “No robarás”.



Empecé mi ristra de delitos a una edad muy temprana. Tendría yo unos cinco años cuando tras pasar una mañana en casa de mi primo me llené los bolsillos con muñecos que cogí de su cuarto. Cuando mi madre me vio me dijo:

-¿Qué llevas ahí?

Y yo le contesté con frialdad de asesino:

-Muñecos que me ha dado el primo.

Y mi madre se lo creyó. Éxito rotundo.

La siguiente vez robé un pañuelo de tela en una tienda de veinte duros, a primera vista algo inservible por lo que no merece la pena arriesgarse, pero después del hurto mi He-Man pudo dormir en una camita blanda y mullida. Y nuevo éxito, dos de dos.

Pero no fue todo de color rosa en mi carrera como caco. Un día me pillaron. Resulta que yo robé unos cromos de esos que les pegabas con la mano para darles la vuelta a mi primo (pero era otro primo, que tampoco me iba a ensañar con mi propia familia). El fallo estuvo en que cuando mi madre me los vio le dije que me los había dado él pero cuando me los vio mi padre le dije que había sido una vecina. Así que mis padres hablaron de ello y la verdad salió a flote. Mi madre castigó a su pequeño alcalde de Marbella y mi padre me quitó los cromos porque me dijo que eran de niñas. A pesar de todo, lo que más dolió fue haber cometido tal error de principiante.

Con el pasar de los años no me achanté y permanecí en la cofradía de la mano larga robando más cosas: un chupachups de manzana con el envoltorio verde chillón que me estaba llamando a gritos (¡menudo uso de la retórica!), un anillo para un dedo de un pie, unas uñas postizas negras para un disfraz…

En el Instituto llegué a mi punto más álgido, pero ya en vez de rozar la cleptomanía como en años anteriores la violaba. Yo iba al Insti con mi vecino pero antes pasábamos por un kiosko donde yo metía la zarpa y robaba cigarrillos, no para mí porque yo nunca he fumado ¡sino para él! O sea, que ya era robar por amor al arte, para dárselo a otros. Era algo así como el Robin Hood de los Marlboros.

Aun así mi gran golpe estaba por llegar. Fue ya en la Universidad. Aquí ya seguí un plan trazado junto con compinches y todo. Muy fuerte. Mis amigas Ambrosia, Nougat y yo nos disponíamos a robar alguna revista, pues no teníamos ganas de estudiar.
Definimos unas directrices, nos asignamos un rol a cada uno y discutimos sobre nuestro objetivo principal: la hija del presidente. Es broma, ja, ja. Nuestro objetivo era alguna revista ligera. Ellas distrajeron a la kioskera mientras yo metía mi mano entre la prensa escrita. Noté que mi brazo se alargaba mágicamente y pensé que Dios bendecía nuestras acciones desde el cielo y me otorgaba el poder de robar sin ser cazado.

Fue un pequeño tironcito y ya está, las revistas eran nuestras. Lo que pasó a continuación lo recuerdo como uno de los mejores momentos de mi vida: mis camaradas y yo salimos corriendo, con la adrenalina saliendo a borbotones por nuestras orejas, chillando, riendo a carcajadas, eufóricos. Nos paramos en un banco a contemplar nuestro botín: ¡Una Loka! ¡¡Y una Loka Posters!! Maravilloso.



Así que haciendo recuento, he robado: unos muñecos, un pañuelo, un chupachups, un anillo para un el pie, unas uñas postizas, cigarrillos, una Loka y una Loka Posters…

En definitiva, si alguna vez me invitáis a vuestra casa no olvidéis poner las cosas sin valor a buen recaudo.

martes, 19 de enero de 2010

Grandes partes del cuerpo I: Bocas

Mi lista de las mejores bocas de esos seres superiores que son los famosos quedaría así:

10 – Carly Simon: Bella amorfa.



La expresión “tener la boca como un buzón” adquiere en ella su máximo significado. Y pensar que estuvo liada con Mick Jagger, la de engendros que podrá haber parido… su boca es tan monstruosamente enorme que a mí me gusta y todo, y por eso consigue el puesto 10. Bueno, por eso y porque también esa boca confesó hace unos años en una subasta benéfica a un ejecutivo de la NBC por 50.000$ a quién iba dirigida su canción You’re so vain, que en definitiva ponía verde a algún exnovio suyo. Los candidatos eran el propio Mick Jagger, Warren Beatty y Cat Stevens. Y nadie, excepto ese ejecutivo y Carly conocen el secreto.
Y también porque ESTA canción suya es una de mis favoritas de siempre.

09 – Justin Chambers: Rosa pastel.



Doctor Karev en Anatomía de Grey. Si yo fuera una niña de siete años o Angelyne elegiría el tono cromático de sus labios para pintar mi dormitorio. Pero si fuera una niña de siete años seguramente sería hija suya porque creo que ha dejado preñada a su mujer cinco veces ya y no se arrepiente. Además tiene un hermano gemelo. Me imagino que la placenta que rodeaba a esos dos bebés de boca rosada debió derretirse en la misma barriga de la madre.

08 – Jane Morris : La que lió



Rosetti era un pintor casado con Elizabeth Siddal, la mujer que sirvió de modelo a Millais en la pintura "Ophelia". Hay una historia truculenta detrás de todo esto que a mí me encanta. Resulta que Elizabeth sabía que su marido estaba locamente enamorado de Jane Morris (imagen), y él tampoco lo ocultaba demasiado. La mayoría de sus cuadros están protagonizados por la Morris, y viendo esos labios, esa mata de pelo y esas carnes generosas yo entiendo a Rosetti. Sin embargo, su mujer no. Y se suicidó creando un siniestro paralelismo entre su vida y la imagen del cuadro que había protagonizado años antes.
Pero no todo acaba ahí, no. Continúen leyendo. Rosetti escribió unos poemas para su difunta mujer y los metió en el ataúd de ésta, para que la acompañaran en la otra vida. Qué romántico, ¿no? Pues siete años después, viéndose en la ruina mandó exhumar el cadáver de su esposa para recuperar esos poemas y poder venderlos.
Por cierto que la boca de Jane Morris, que es la que nos ocupa, nunca la probó.

07 – Marlon Brando: El más guapo del cementerio



Hablando de exhumar cadáveres…

06 – Amanda Lepore: Made in N.y.



Modelo, cantante, asidua de la noche neoyorkina y musa de David Lachapelle. Amanda se ríe de sí misma y de todos los que se ríen de ella. Se adora y es adorada. Le tengo un cariño especial porque una de las primeras cosas que vi cuando empecé a usar Internet fueron unas fotos suyas y flipé. Hasta ese momento las fotos más rompedoras a las que tenía acceso eran las de las portadas de la revista Quo…


05 – Stéphane Rideau: Con forma de S de Sexo.



La boca más sexy de toda Francia pertenece a este actor, heterosexual pero encasillado en personajes gays, qué cosas. También le tengo un cariño especial porque una de sus películas fue la primera que me gustó de temática homosexual, allá por el 2003. Hace unos días la volví a ver y la película me pareció un pastiche pero, ay Stéphane, qué boca…

04 – Monica Belucci: La gruesa del pelotón.



La amo aunque tengo que luchar contra dos imágenes que se me vienen a la cabeza en cuanto la veo. Una es la de ella chupando un falo. Nunca la he visto en una escena así pero creo que es una especie de trastorno sexual en lo más profundo de mi masculinidad, en el que cuando veo a una mujer con labios tan carnosos como los suyos me la imagino felando. La otra es su violación en la película Irreversible, la cosa más espantosa que yo haya visto nunca.

03 – James Marsdem: La perfección aburre. Un poco.



Es un guapo sin más. Me transmite tanto como un saco de piedras. Eso sí, la piedrita que da forma a su boca es la mejor pulida de todo el planeta Tierra. Lo demás son cantos rodados.

02 – Françoise Hardy: Oh la lá!.



Uno de los mayores iconos musicales y sexuales de Francia. Melancólica, tierna, pija, hermosísima y sin embargo atormentada por sus pocas curvas. Su cuerpo plano, larguirucho y patizambo no eran obstáculo para que esa mirada cargada de inteligencia y esos labios cargados de sexualidad bombardearan las mentes calenturientas de los jóvenes europeos de los 60 y 70. Todos los rockeros de esos años querían tirársela. Apuesto a que la veían con esos labios tan gorditos y se la imaginaban felando también…

01 – Ryan Phillippe: XXX.



Sé lo que hicisteis el último verano, Crueles intenciones y 54 son el porno duro de mi adolescencia. ¡Qué pliegues bucales! ¡Qué abdominales! ¡Qué caracolitos de dorado cabello! Mi primer amor platánico. Por todo eso y más, ganador.

Proximamente: ¡Pezones!

domingo, 17 de enero de 2010

Kamekame-ha!

Vaya, cómo llueve por España, ¿eh? A mí eso me pone muy contento, primero debido a una satisfacción maligna por no estar allí para sufrirlo y segundo porque al fin podré darme largos baños espumosos sin sentirme culpable, como cuando era pequeño.

La hora del baño, que solía darse al entrar la noche, era en mi casa una costumbre muy fructuosa para todos. Mi padre yacía inconsciente tras pincharse con el huso de una rueca. Mi madre aprovechaba sus ansiados minutos de libertad para zurcir, bordar, planchar, limpiar, fregar, tender y preparar la cena. Y mi hermano y yo aleteábamos intrépidos en un océano de jabones, sales y patitos de goma. La duración del baño solía extenderse sin límites y sin embargo, tardábamos poco en darnos cuenta de que, como cada día, nuestros sueños de sirena permanecían acotados por muros de cerámica.

A pesar de todo, la decepción no nos desanimaba en absoluto y pronto nos las ingeniábamos para que no decayera nuestra pequeña fiestecita acuática. Yo he visto a mi hermano atragantarse con espuma y escupir champú, limpiar los azulejos de las paredes colindantes con sus nalgas, mear en el váter desde la bañera y en la bañera desde el váter, etcétera. Pero sin duda, nuestra mayor gloria en el baño sucedió un día que mi madre tardó demasiado en sacarnos de la pila.

Resulta que por aquel entonces era la moda de Bola de Dragón entre los infantes españoles y yo, comido de la cabeza que estaba, le dije a mi hermano que sabía cómo podía convertirse en súper-guerrero, que era una cosa que hacía Goku para ser más fuerte. Él constreñía todos sus músculos, se volvía rubio y se convertía en la persona más poderosa del universo. Pues eso le dije a mi hermano, que apretara. Añadí además que para más poder debía tensar su cuerpo en cuclillas. Y apretó, apretó… y se cagó.

Allí estábamos: mi hermano pasmado, yo desconcertado, y una mierda flotando entre los dos. Nuestra relación alcanzó sus mayores cotas de fraternidad. Nunca más volvimos a estar tan unidos como en ese instante en el que yo, con la majestuosidad que me otorgaban los años de diferencia actuaba como amo, y mi pequeño hermano, servil y manso, expulsó por su culo un zurullo moreno en mi dirección, como ofrenda divina a su ser superior.

Ni la torta de mi madre ni los lloros de mi siervo consiguieron apaciguar la sensación de control total sobre mis seres inferiores. Sin embargo la sequía trató de truncar mis sueños de dominación mundial impidiéndome el baño diario y transformándolo en el colmo del engorro y el fastidio: la ducha.

Aunque sin éxito, pues tan solo se han visto aplazados hasta el feliz momento en el que vuelva a tenderme en mi altar acuoso. Y estos días he podido comprobar cuán poco falta para tan ansiada fecha. (Carcajada maligna).

(Me alejo elegantemente a la oscuridad mientras se escucha otra carcajada maligna y va perdiendo fuerza poco a poco).


Mi templo y yo en perfecta comunión

domingo, 10 de enero de 2010

La guerra de los siete años

En los libros de historia se habla de la Guerra Mundial, de la Guerra Santa, de la Guerra Civil, … pero en el lugar de donde soy también conocemos la Guerra de los Siete años, os la cuento:

Yo me crié en una urbanización muy pija, o lo que es lo mismo, los niños hacíamos el cafre en jardines super cuidados y piscinas mega chachis. Mi bloque era el más pequeño pero contaba con más soldados que el bloque rival, cuya piscina medía el doble y tenía trampolín. Y por eso los odíabamos a muerte.

Cruentos episodios se sucedieron a lo largo de esos siete años (1990-1996), como el feroz bombardeo de naranjas y piñas piñoneras, la cruel procesión de pinturas ofensivas con tiza en todo el bloque rival o el sangriento sabotaje de la noche de San Juan de 1993.

La fuerza con la que peleaban mis camaradas era impresionante, y la furia con la que arremetían contra nosotros nuestros contrarios admirable.

Yo, sin embargo, pocas veces pegué un puñetazo, no sabía escupir lapos mocosos y en vez de bicicleta, como el resto de combatientes, usaba patines. Por el contrario, me movía con rapidez, era sigiloso y mis patines me permitían huir, esconderme y atacar por la espalda, cosa que no podían hacer los demás con sus pesadas bicis. Todo esto y el hecho de que, aunque yo guardaba profunda lealtad a mi bando, en el colegio compartía pupitre con dos militantes del contrario e incluso a veces iba a sus casas porque nuestros padres eran amigos (traidores!) hicieron que se me asignara el rango de espía, lo cual me encantaba.

Me pasaba las tardes planeando sucias tretas y oscuros ardides para atrapar a los otros. Soñaba con llevarlos ante mi superior, el único de todos nosotros con pelusilla bigotera, que me haría su favorito y me ofrecería la mano de su hermana, una niñita también con pelusilla bigotera de la que yo estaba prendado.

Pero a finales de 1996, cuando contaba 12 años, mi jefe y mi princesa se mudaron y nos dejaron solos y con la cara llena de granos. La adolescencia, un mal que siempre habíamos subestimado, se infiltró entre nosotros sin que nos diéramos cuenta, nos robó la infancia y nos dejó hecho mierda a todos por igual.

Nos percatamos de que ya no éramos rivales sino víctimas y cabizbajos abandonamos el campo de batalla y aceptamos la derrota.

jueves, 7 de enero de 2010

Grandes canciones del pop II: Just like a pill

Canción de sobra conocida por todos, incluída en el segundo disco de P!nk, donde se concentran mis últimos años de adolescencia. Fueron unos años muy heterosexuales y muy de drogadicto, aspirando clorotilo en plena calle o colándome en colegios por la noche a hacer grafitties o tomar setas alucinógenas. Y como era todo tan decadente, como cualquier adolescente tenía que descargar la ira encerrándome a menudo en mi cuarto a escuchar una canción metalera a toda pastilla. Mis amigos, que sí eran heteros de verdad, lo hacían con Limp Bizquit o Korn mientras se relajaban fumándose un porro en sus dormitorios. Y yo con Pink mientras leía la Bravo.



Dijo Pink que la canción habla de cuando abusaba mucho de la droga en la adolescencia. Como si ahora en sus cumpleaños sirviera Fanta y sandwiches de pavo, vamos. Porque solo puesta hasta arriba de todo se le podría encontrar algún sentido al vídeo, que resumido es ésto:

Pink despatarrada en el suelo. A Pink le pica el cuello. Pink se frota las manos. Está nerviosa por algo. Gente haciendo petting. Las tetas de Pink. Un jardín chiquitito. Un elefante. Pink rodeada de conejos. Se toca ante el elefante, que permanece impávido ante la escena. ¡Corre Pink, hay un monstruo detrás tuya! Más petting. Pink ha escapado del hombre y corre por un pasillo. Pelea. Pink lame un ombligo. Le meten un puñetazo a Pink en la cabeza. Pink llega a la luz.

Por si alguien lo quiere ver: Videoclip



En fin, que a mí me gusta porque me recuerda a los peores años de mi vida, a los más bajunos y los más salvajes, que de vez en cuando si me entra jaqueca por llevar una vida tan correcta actualmente, echo la vista atrás y me serena, just like a pill.

lunes, 4 de enero de 2010

¿Carne o pescado?

Provengo de una antigua familia de pescaderos: mis abuelos eran pescaderos, algunos de mis tios son pescaderos, mis padres son pescaderos, y mi hermano los fines de semana también vende pescado con ellos.

Por lo tanto en mi casa siempre se ha comido pescado. Única y exclusivamente pescado. Si te apetecía algo ligero, boquerones. Si había una cena social con más familiares o amigos y había que impresionarles se hacía uso de la ancestral receta de dorada a la plancha. De picoteo, almejas o gambas. Como postre, tarta de atún.

Porque además mi padre es contrario a cualquier tipo de carne que no sea bistec o entrecot. Y ya no hablemos de comida rápida -y por comida rápida me refiero a cualquiera que no tenga un proceso de elaboración de más de ochenta minutos-.

Jureles, lenguados, sardinas, pez espada, bonito, rape, rosada, merluza, salmonete, ... mil y un tipos de pescados distintos y todos con el mismo sabor: NINGUNO.

Yo sospechaba que a mi madre y mi hermano les repugnaba igual que a mí pero nunca hablamos de ello abiertamente, así de pesado era el yugo patriarcal en mi casa.

Cuando mis padres se separaron mi progenitor se fue de casa. En su lugar entraron patatas fritas, nuggets de pollo, pizzas y san jacobos.



Creo que fui el único adolescente del mundo que tras la separación de sus padres, en vez de ponerse triste se puso gordo.